Esto tiene un gran número de ventajas, pero también implica que cualquier vulnerabilidad existente esté a la vista y cualquier usuario con los conocimientos suficientes la pueda explotar de forma anónima.

La tecnología en sí, requiere tener en cuenta algunos aspectos propios, diferentes a los que podemos encontrar en los sistemas tradicionales. Por ejemplo, algunos fallos que en web2 supondría mostrar una información errónea al usuario, en web3 puede afectar al capital del wallet de este.

Por ejemplo, para la programación de smart contracts en la red de Ethereum se utiliza Solidity. Obviamente este lenguaje tiene sus propias características, las cuales si no se implementan correctamente se pueden producir fallos propios de los smart contracts.

Lo que se protege es esencialmente dinero, cuando en la ciberseguridad tradicional lo que se suele proteger son datos, aquí casi siempre va a haber capital de por medio.

Aquí las comunicaciones entre entidades (p.ej: exchange descentralizado y usuario), se realiza mediante llamadas a funciones de smart contracts. No hay llamadas a un servidor centralizado y todas estas comunicaciones entre smart contracts son públicas, ya que se todo esto se está ejecutando en la blockchain, por lo que si un fallo permite ejecutar transacciones invalidas, generalmente ni se puede interrumpir ni rectificar.